Escrito por Becky | Come Awake Writing Team
Traducido por Benjamín D. Knott
Râshâ es la palabra hebrea que significa impío o malo. Es un término legal que denota culpabilidad. La concordancia Strong´s sugiere que esta palabra describe una “mala persona.” No es exactamente como nos describiríamos a nosotros mismos ¿verdad?
¡Qué va! En general, me considero a mí misma una buena persona. Todos nos vemos así ¿no? Puestos a describirnos, jamás usaríamos la palabra impío.
Pero lamentablemente, esa es precisamente la palabra que nos describe en nuestro estado natural. Dejados a nuestro antojo, somos malos. Somos feos. Somos pecadores. Somos culpables.
Somos “malas personas.”
Somos así… aunque nunca hayamos robado. Aunque siempre hayamos obedecido a nuestros padres. Aunque no hayamos dicho nunca una palabrota. Aunque escuchemos música cristiana. Aunque asistamos a todas las reuniones de la iglesia. Aunque seamos voluntarios en algún proyecto de obra social.
“Nada hay tan engañoso y perverso como el corazón humano. ¿Quién es capaz de comprenderlo?” | Jeremias 17:9 (DHH)
A pesar de que intentemos ser “buenos”, delante de Dios seguimos siendo râshâ. No existe ninguna buena obra que pueda compensar o negar la maldad innata de nuestros corazones.
El Señor tiene en la mano la copa de su ira, con vino mezclado y fermentado. Cuando él derrame el vino, todos los malvados de la tierra lo beberán hasta la última gota. | Salmo 75:8 (DHH)
El creer que soy buena persona me impide reconocer que este era mi destino. Pero la dura realidad es ésta:
merecía esa copa de ira.
Afortunadamente, ya no es mi destino. Cristo tomó esa copa, y la apuró, “hasta la última gota” por mi – de buena gana, con alegría (Hebreos 12:2). Por mucho que piense que râshâ no me describe con precisión, aún menos describe a mi Jesús. Este Jesús mío, este buen Jesús que no conoció pecado y no merecía ira, tomó la copa que estaba destinada a mis labios. El absorbió la ira de Dios y al hacerlo, me liberó para poder experimentar abundancia de vida (Jn. 10:10)
Y así, mi suerte cambió.
“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la participación en la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la participación en el cuerpo de Cristo?” | 1 Corintios 10:16 (LBLA)
La copa de ira era mía para beber. No probé ni un sorbo. En su lugar me dio la copa de bendición. La copa que no merecía.
Bendición a cambio de ira.
Un intercambio g l o r i o s o ,
que desafía toda lógica y razonamiento.
Cuando considero esta nueva copa que he recibido, cuando pienso en su significado y propósito, se me desploma el corazón. En un solo momento, en una fracción de segundo, mi corazón se encuentra enterrado en el suelo. Las lágrimas fluyen.
Y RECONOZCO QUE SOY RÂSHÂ
SOY RÂSHÂ Y EL NO LO ES
Pero se atribuyó a Sí mismo la descripción que me corresponde a mí.
Râshâ – escrito en las laceraciones de su cuerpo
Râshâ – tallado en sus heridas sangrientas
“El Señor es la porción de mi herencia y de mi copa; tú sustentas mi suerte. Las cuerdas cayeron para mí en lugares agradables; en verdad mi herencia es hermosa para mí.” | Salmo 16:5-6 (LBLA)
La copa de ira, tomada en mi lugar. La copa de bendición que me ha sido dada. Así, mi herencia y mi copa será siempre Cristo, el que me rescató.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros” | 1 Pedro 1:3-4 (LBLA)
